domingo, 31 de octubre de 2010

Tomas Falsas (VO). Reseña literaria de Francisco Javier Illán Vivas




Reseña literaria de Francisco Javier Illán Vivas.


Hace relativamente poco tiempo que tuve la oportunidad de leer Tomas Falsas, con prólogo de Santiago Delgado, libro que fue considerado por los docentes de la Región de Murcia con el premio María Guirao. Ahora he tenido el placer de leer la versión original, si entiendo el mensaje del autor, Joaquín Piqueras, que ha sido primer accesit del XVII Premio de poesía Ciudad de Las Palmas.
 

La lectura de esta versión apócrifa del cine ha sido especial para quien escribe. La comencé la tarde del pasado 3 de octubre, en el aeropuerto de Orly, y lo terminé en esas inevitables dos horas y media de avión desde la capital francesa a Alicante. Y al llegar a la página 49 me encontré la sorpresa de que personalmente era objeto de la dedicación de un poema, el titulado “Matar a un ruiseñor”, lo que me hubiese gustado agradecer a Joaquín en el acto, algo que tuvo que esperar un imperdonable tiempo.
En este libro, cada poema tiene el título de una película, dividido en tres partes: Etapa muda y etapa sonora, primera y segunda partes. Cuarenta y seis poemas que con el pretexto del cine el autor nos cuenta sus cosas, que son las mismas de cualquiera de los lectores y lectoras que recomiendo se acerquen a este poemario: el paso del tiempo, el amor, el desamor y la inevitable separadora de amigos, la muerte como miedo a algo que desordena nuestra estabilidad vital y de quienes nos rodean.
No nos engañemos, por tanto, con el título de cada poema, sino que debemos adentrarnos en esas turbaciones que al autor, siempre sorprendente, le inquietan cuando contempla el mundo que le rodea.

Francisco Javier Illán Vivas es escritor, poeta, crítico literario, periodista, coeditor de la revista poética ÁGORA, agitador cultural murciano  y un sinfín de cosas más ...

martes, 26 de octubre de 2010

Reseña de Manon Lescaut, del Abate Prevost, por Federico Montalbán López


Manon Lescaut y el renacer del amor romántico


Reseña de Manon Lescaut, del Abate Prévost.


 Me pregunto quién inventó el corazón humano. Dímelo, y muéstrame el lugar donde lo ahorcaron. La cita es de "Justine", de Lawrence Durrel. No es por señalar a nadie pero el Abate Prévost es considerado por muchos como uno de los responsables del renacimiento del amor romántico en en el mundo occidental. No fue el único pero sí de los primeros. Su novela "Manon Lescaut", publicada en 1731, precedió a la "La nueva Eloísa" de Rousseau, "Rojo y negro" de Stendhal, "Noches blancas" de Dostoievski o "Madame Bovary" de Flaubert. En todas ellas aparece el amor romántico como en la novela de Prévost: apasionado y fatal, enfrentado a la razón, dueño y señor del destino de los personajes, fuente sin fin de desgracias. 
             

            La patética historia de amor comienza cuando el caballero Des Grieux,  un joven de familia ilustre y de conducta tranquila y morigerada, acaba sus estudios de filosofía y decide volver a casa de sus padres. La noche antes de hacerlo, conoce a Manon Lescaut y cae rendido a sus pies. La posibilidad de presentársela a su familia y empezar una relación de pareja pública y libre es descartada. Están en la Francia del siglo XVIII. Deciden huir juntos dando inicio a una serie de episodios que irán desde la infidelidad hasta el asesinato, pasando por la ruina económica, las trampas en el juego, la cárcel, la prostitución y el proxenitismo, el exilio a Nueva Orleans... Las desgracias se suceden a tal velocidad que no hay quien deje de leer.
            Como novela, Manon Lescaut es ejemplar y entretenida. Quien la lea puede encontrar en ella casi de todo: desde reflexiones sobre la moral de la época hasta el frenesí de acontecimientos dramáticos ya enumerados. Es uno de esos clásicos de lectura atractiva y ágil. El mismo Abate Prévost cita a Horacio en una Advertencia del autor para decir, más o menos, que no se cuente en quinientas páginas lo que se puede contar en cien. Y bien que se aplica el cuento. Además de los méritos literarios de la narración, los que cuentan de verdad, merece la pena reflexionar acerca de la idea de amor romántico desencadenada por la novela.
            El amor entre el Caballero Des Grieux y Manon Lescaut sienta las bases del paradigma del amor romántico que todavía nos domina,  un amor que...
            ...es divino: pero no fuera el amor una divinidad si no operase a menudo tales prodigios. Cuando los amantes piensan que el amor es divino, no hacen otra cosa que dejarse llevar por aires de grandeza. Mi amor es divino. Amo como un dios. También eluden toda responsabilidad. No son ellos los que deciden cómo vivir el amor sino el amor el que parece manejarlos a su antojo, como un marionetista cruel jugando con dos muñecos. Sin embargo, más que un producto de los dioses, el amor es un producto de las personas, construido a base de modelar e interpretar humanamente los impulsos de la naturaleza. Una prueba a esta afirmación se puede encontrar en la respuesta a la siguiente pregunta:  ¿Acaso no nos han enseñado estas novelas, las películas y las teleseries cómo debemos enamorarnos y amar?
            ... es revolucionario. En aquel instante me sentía resuelto a sacrificar por Manon todos los obispados del orbe católico. Según el sociólogo Francesco Alberoni, uno se enamora cuando no está satisfecho con lo que tiene y quiere, de forma consciente o no, darle un vuelco a sus expectativas. Quizás el caballero Des Grieux sacrifica con gusto los obispados porque es algo que, en el fondo, no quiere. La revolución del amor es pequeña, cosa de una o dos personas (quizás tres) pero que, sumándose una a otra, puede provocar importantes cambios sociales. Las mujeres ya no van acompañadas de dote para compensar la carga y el matrimonio homosexual es ley.
            ...es implacable. Cuando alguien se enamora, es capaz de superar cualquier dificultad con tal de estar con la persona amada. Así lo explica el mismo caballero Des Grieux cuando las cosas se les ponen feas en Nueva Orleans: No obstante, perseveré en mi propósito de mantenerme hasta el fin dentro de la mayor moderación, decidido, en caso de que persistiera en la injusticia, a ofrecer a América uno de los espectáculos más sangrientos y horripilantes que jamás el amor haya podido ocasionar.
            ... es sádico. A pesar de verlo claro (Preveo que por ti voy a perder mi reputación y mi fortuna. Leo en tus bellos ojos mi destino; pero tu amor bastará a consolarme de  todas mis pérdidas.) Des Grieux persevera en su amor. Claro que una cosa son las necesidades del contador de historias (¿quién quiere leer una historia en la que todo sea dicha y felicidad?) y otra es que las personas se empeñen en mantener amores desgraciados. A veces, es necesario distinguir realidad de ficción.
            ... es superior a la vida. A los amantes, llevando al paroxismo el sadismo anterior, les gusta coquetear con la muerte. Morir si no me devuelves mi corazón, le dice Manon a Des Grieux. En la novela de Prévost no se llega a extremos bárbaros como en otras. En "Rojo y negro", sin ir más lejos, la señora de Rênal perdona a Julian que le pegara dos tiros porque lo hizo por amor. La frase de Manon ha sido retorcida a lo largo de los años y ha tomado variantes terribles como: Te mataré si no me amas.
            ... es asimétrico. Si Manon hubiese sido fiel, a buen seguro que yo, de temperamento apasionado y constante, fuera feliz toda la vida. Rara, por no decir inexistente, es la pareja en la que alguien no sienta que da más amor del que recibe. En la novela esto se pone de manifiesto en el papel secundario de Manon Lescaut. No es que ella le sea infiel, al fin y al cabo él acepta prostituirla, es que durante toda la historia permanece en segundo plano. Manon es amada locamente pero la intensidad de su amor por Des Grieux no llega a estar del todo clara en ningún momento.

A pesar de todo lo anterior, el Abate Prévost no acabó colgado. Aunque su final no fue mucho mejor. Según cuenta Andrea Macía en el prólogo de la edición de Lípari, el autor de "Manon Lescaut" fue encontrado sin vida, aparentemente, en el bosque de Chantilly. Pero, según un rumor que circuló insisténtemente por la época, la muerte se la provocó el bisturí del forense cuando empezó a realizar la autopsia. Un autor con un final a la altura de sus historias. En todo caso, la maldición de Justine se realizó siglos después de la muerte del Abate Prevost, por lo que podemos confiar en que no haya relación entre una y otra.


Federico Montalbán López nació, qué se le va a hacer, en Murcia, allá por 1974. Es licenciado en Veterinaria y diplomado en Educación Social. Desde entonces, ha sido cosas de todo tipo: vacunador de ovejas, peluquero de perros y gatos, escudo humano, ama de casa, educador en barrios excluidos, bloguero... Se dio a la escritura cuando tenía 18 ó 20 años. Primero con boli bic (cristal) verde, después con una pluma Mont Blanc heredada y finalmente con el Word de toda la vida. Ha colaborado con varias revistas y algún que otro programa de radio. Tiene publicada una novela, un ensayo y un libro de cuentos. Recientemente, ganó el primer premio del IV Certamen de cuentos Enrique de Sena. En la actualidad vive en los confines del mundo civilizado con Mercedes y dos gremlins a los que, por descuido, alimentaron después de media noche. Escribe a diario en el blog www. elhombremadecasa.com









martes, 12 de octubre de 2010

Mi nombre es Nadie, de Bruno Jordán. Reseña literaria de Francisco Javier Illán Vivas



MI NOMBRE ES NADIE


 
Francisco Javier Illán Vivas



Reseña literaria de Francisco Javier Illán Vivas.

Ante libros como el presente, uno se pregunta, ¿qué es la poesía?, o puede llegar más allá, como lo hace el autor del prólogo, “poesía, ¿para qué?”, y no sé si es acertado responder a esa cuestión o dejarla planteada, o bien, darla por respondida, como hace Bruno Jordán en la dedicatoria: “Para el Cíclope que mora y gobierna la aldea global”, mucho más global hoy, en 2010, que en 1999, cuando se editó este libro.

Bruno Jordán es el heterónimo de José Rodríguez Campos, nacido en 1958 en Águilas, al que conocí gracias a esos mundos de Internet interminables, sorprendentes, que te deparan inopinadas sorpresas a cada esquina del teclado, o del ratón. Y él, al que yo creía inglés o norteamericano, vive cerquica de mí, permitidme ese adjetivo murcianico.
Además, dirige el periódico digital para promoción de la cultura llamado ALTERIDAD, la revista Poe + y un montón de proyectos de difusión cultural que me llevaría todo el comentario. Tuve el placer y el honor de que me invitase a su casa, sentarme junto a una taza de café, en una calurosa tarde de verano para charlar sobre todos sus proyectos, sobre la revista Poe +, sobre Pepe Cuervo, que ilustra “Mi nombre es Nadie”, sobre sus colaboraciones- ya perdidas en el tiempo- en Ágora papeles de arte gramático, sobre... y después me mostró su trabajo de poesía visual, ilustrándome con muchos ejemplos ese mundo para mí desconocido aún, a pesar de haber leído-visto a Alexis R, a Agustín Calvo, a Cesc Fortuny a...
El presente libro está compuesto por veintisiete poemas, muchos de ellos ilustrados por Pepe Cuervo, y un par de prólogos, el primero firmado por Ferrán Fernández y el siguiente por Tomás Matallanos, además de unas breves notas biográficas sobre Bruno-Pepe, al final de la edición, que cierran un círculo de poesía que debería ser leía en 3D, o vista, contemplada con algunas gafas especiales que así lo permitieran.
Me quedo con el poema, me quedo con la imagen, por el placer de saber que Mi nombre es Nadie.


FICHA:
MI NOMBRE ES NADIE
de Bruno Jordán
Edita: Editorial Ópera Prima
Madrid, junio de 1999
Género: poesía
Encuadernación: Rústica
ISBN: 978-84-89460-85-X
58 páginas.
Página del autor.
Ilustraciones de: Pepe Cuervo
Prólogos de: Ferrán Fernández y Tomás Matallanos

Reseña literaria de Francisco Javier Illán Vivas.


Francisco Javier Illán Vivas es Escritor, Poeta, Crítico literario, Periodista, coeditor de la revista poética ÁGORA, agitador cultural murciano  y un sinfín de cosas más ...

jueves, 7 de octubre de 2010

El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad. Reseña literaria de Josep Pradas



Salvajes y superhombres agotados


Reseña de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad (publicada en 1902)
La figura del superhombre confrontado con un entrono salvaje tiene un magnífico ejemplo en una obra que ya es un clásico: El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad. Escrita entre 1898 y 1899, el autor recogía en ella sus propias experiencias en el centro de África, durante la colonización del Congo Belga. 


Se puede descubrir en este relato una completa, intensa y emocional descripción de la experiencia del hombre civilizado que se adentra en un territorio salvaje muy parecido al estado natural en que se basaron los contractualistas ingleses para levantar el edificio de la sociedad (Hobbes, Locke), un territorio salvaje donde aún no se ha implantado la ley de la civilización. Aunque es más que probable que los humanos que habitaran ese territorio tuvieran sus propias leyes, desde la perspectiva del explorador europeo se impone la ausencia de ley, no sólo porque desconoce las leyes indígenas (y no va a preocuparse por conocerlas tampoco), sino sobre todo porque asume la exploración bajo el presupuesto de que se adentra en un territorio sin ley, sin la ley que rige en su país de origen, y sabe que esa condición es muy ventajosa para él y sus propósitos. Conrad denuncia aquí que el aparato ideológico del paternalismo europeo que desea liberar a los salvajes de su propio salvajismo es sólo una tapadera para encubrir un intenso y bien planificado proceso de rapiña de las riquezas de ese territorio, saqueado hasta el límite, tanto en sentido económico como ecológico.
Este relato debería ser de obligada lectura para los estudiantes adolescentes que afrontan el tema de la colonización sin demasiados referentes concretos, sólo ante un mapa de África cuyos colores se corresponden con países europeos, casi todos ellos bienintencionados liberadores de esos pobres indígenas. Al menos, algunos comenzarían a ver con mejores ojos la presencia de inmigrantes sub-saharianos en las calles de las ciudades europeas, y podrían aceptar que ellos tienen hoy derecho a estar aquí buscando lo que nosotros, los europeos, fuimos a quitarles por la fuerza en su propio territorio.

En medio de ese espeso bosque, en medio de la jungla, está el personaje de Kurtz, un alemán que lleva mucho tiempo sin dar noticias de su paradero a la compañía colonizadora, porque al parecer se ha convertido en una especie de mandarín entre los indígenas, a los que parece proteger pero a quienes a su vez rapiña el codiciado marfil. Esta figura, que Conrad presenta en plena fase terminal de su enfermedad (deliberadamente indeterminada, entre otras cosas porque en el territorio salvaje hay también enfermedades que los europeos temen por desconocimiento absoluto de sus causas), rememora el mito del superhombre. Es un ser que fascina por su atrevimiento, que logra adhesiones incontestables entre sus subordinados, entre desconocidos, entre los mismos salvajes subyugados por la fuerza de esos colonizadores que se empeñan en poner luz sobre las tinieblas de la jungla. Conrad acaba desenmascarando al héroe, no hay más remedio que hacer prevalecer la verdad. Ese tipo fascinante sólo es un europeo aprovechado adentrado en el estado natural que representa la jungla, en el corazón de las tinieblas, y que ha aprendido a sacar partido de ese juego con la oscuridad, de ese coqueteo con la ausencia total de ley, para lo cual se requiere una absoluta falta de escrúpulos morales. Su figura es sólo una parodia del superhombre.
Tanto la figura del salvaje como la del superhombre están en el horizonte mental de los europeos desde los primeros descubrimientos geográficos hasta ese final de siglo XIX e inicios del XX, en que se desvanecerá toda ilusión de grandeza, después de la I Guerra Mundial. En ese punto, la civilización europeo-occidental supo medir sus límites, los verdaderos límites de su mundo, más allá de los cuales le iba a ser imposible pasar, como podemos comprobar en el presente, tanto en el presente europeo como en el presente africano, que se resiente y se resentirá durante décadas de la actividad frenética de esos salvajes que llegaron en barcos de metal y poseían palos que escupían fuego. El mérito de Joseph Conrad consiste en haber vislumbrado el engaño de unos y el futuro fracaso de todos, y en hacerlo tan tempranamente que nadie, sin duda, le tomó en serio.

Josep Pradas (Castellón, 1965), es licenciado en filosofía y ensayista, ha editado libros infantiles y es co-editor de la revista electrónica de filosofía Astrolabio (Universidad de Barcelona, http://www.ub.edu/astrolabio).